Libertari@s

sábado, 17 de septiembre de 2011

Amos, leyes, gobiernos y nuestra esclavitud de un mal salario





Tercer capitulo de un libro escrito en 1937 de Alexander Berkman titulado el ABC del comunismo libertario.
Muy sencillo de leer, y muy común en la gente ignorar. Para tener bien presente





III. LEY Y GOBIERNO


Sí, tienes razón: la ley prohíbe el robo.


Si yo te robara algo, podrías llamar a un policía y me arrestarían. La ley castigará al ladrón y el gobierno te devolverá la propiedad robada, si esto es posible, porque la ley prohíbe robar. Esto significa que nadie tiene el derecho a coger algo de ti sin tu consentimiento.

Pero tu empresario coge de ti lo que tú produces. Toda la riqueza producida por el trabajo la cogen los capitalistas y la guardan como su propiedad.

La ley dice que tu empresario no roba nada de ti, porque lo hace con tu consentimiento. Tú has estado de acuerdo en trabajar para tu patrón a cambio de una determinada paga, y él ha estado de acuerdo en quedarse con todo lo que tú produces. Puesto que tú estuviste de acuerdo con esto, la ley dice que él no te roba nada.

¿Pero estuviste tú realmente de acuerdo?

Cuando el salteador de caminos apunto con su escopeta a tu cabeza, tú le entregas tus cosas de valor. De acuerdo en que tú «consientes», pero lo haces porque no puedes actuar de otro modo, porque te obliga su escopeta.

¿No estás obligado a trabajar para un empresario? Tu necesidad te obliga, exactamente igual que la escopeta del salteador de caminos. Tienes que vivir y lo mismo tienen que vivir tu mujer y tus hijos. No puedes trabajar para ti mismo; en el sistema industrial capitalista tienes que trabajar para un empresario. Las fábricas, las maquinarias y las herramientas pertenecen a la clase empresarial, de modo que tú debes alquilarte a ti mismo a esa clase para trabajar y vivir. Sea cual fuere tu trabajo, sea quien fuere tu empresario, siempre se llega a lo mismo: tienes que trabajar para él. No puedes impedirlo. Estás obligado.

De esta forma la totalidad de la clase trabajadora está compelida a trabajar para la clase capitalista. De este modo los trabajadores se ven forzados a entregar toda la riqueza que producen. Los empresarios guardan esa riqueza como su ganancia, mientras que el trabajador consigue tan sólo un salario, lo justo y suficiente como para seguir viviendo, de modo que pueda seguir produciendo más riqueza para su empresario. ¿No es eso una estafa, un robo?

La ley dice que es un «libre acuerdo». Del mismo modo podría el salteador de caminos decir que tú «acordaste» entregarle tus cosas valiosas. La única diferencia consiste en que la manera de actuar del salteador de caminos se denomina robo y atraco, y está prohibida por la ley, mientras que la manera de actuar capitalista se denomina negocio, industria, realización de ganancias y está protegida por la ley.

Pero ya sea al modo del salteador de caminos o al modo capitalista, tú saber que te han robado.

La totalidad del sistema capitalista descansa en un robo así.

La totalidad del sistema de leyes y gobiernos sostiene y justifica este robo.

Ese es el orden de cosas denominado capitalismo, y la ley y el gobierno existen para proteger ese orden de cosas.

¿Te asombras que el capitalista y el empresario, y todos los que se aprovechan de este orden de cosas estén fuertemente a favor de la «ley y el orden»?

¿Pero dónde entras tú? ¿Qué beneficio tienes tú de esa especie de «ley y orden»? ¿No ves que esta «ley y orden» tan sólo te despoja, te engaña, y precisamente te esclaviza?

«¿Me esclaviza? », me dices con extrañeza. «¡Pero si soy ciudadano libre!»

¿Eres realmente libre? ¿Libre para hacer qué? ¿Para vivir como te parezca? ¿Haces lo que te agrada?

Veamos. ¿Cómo vives? ¿A qué equivale tu libertad?

Tú dependes de tu empresario para tus salarios o tu sueldo, ¿no es así? Y tus salarios determinan tu modo de vida, ¿no es así? Las condiciones de tu vida, incluso lo que tú comes y bebes, a dónde vas y con quien te asocias, todo esto depende de tus salarios.

No, no eres un hombre libre. Depende de tu empresario y de tus salarios. Eres realmente un esclavo asalariado.

La totalidad de la clase trabajadora, bajo el sistema capitalista, depende de la clase capitalista. Los trabajadores son esclavos asalariados.

Por tanto, ¿en qué se convierte tu libertad? ¿Qué puedes hacer con ella? ¿Puedes hacer con ella más de lo que te permiten tus salarios?

¿Puedes ver que ni salario, tu sueldo o tus ingresos, es toda la libertad que tienes? ¿Tu libertad no llega un solo paso más allá de lo que llegan tus salarios?

La libertad que te dan en el papel, que está escrita en los libros de leyes y en las constituciones, no te proporciona bienestar alguno. Una libertad así significa tan sólo que tienes el derecho de hacer una cosa determinada. Pero no significa que puedes hacerla. Para ser capaz de hacer algo, tienes que tener la oportunidad, la ocasión. Tienes el derecho de comer tres estupendas comidas al día, pero si no tienes los medios, la oportunidad para conseguir esas comidas, entonces ¿a qué viene ese tu derecho?

De este modo, la libertad significa realmente la oportunidad de satisfacer tus necesidades y deseos. Si tu libertad no te proporciona esa oportunidad, entonces no te sirve de nada. La libertad real significa oportunidad y bienestar. Si no significa eso, no significa nada.

Ves, entonces, que toda la situación se reduce a esto:

El capitalismo te roba y te convierte en un esclavo asalariado.
La ley sostiene y protege ese robo.
El gobierno te engaña haciéndote creer que eres independiente y libre.

De este modo te engañan y te timan cada día de tu vida.

¿Pero por qué ocurre que tú no pensaste en esto antes? ¿Cómo es que la mayoría de los otros tampoco lo ve?

Porque a ti y a todos los demás os mienten constantemente a este respecto, desde vuestra temprana infancia.

Te dicen que tienes que ser honrado, mientras que te roban durante toda la vida.

Te ordenan que respetes la ley, mientras que la ley protege al capitalista que te está robando.

Te enseñan que es malo matar, mientras que el gobierno ahorca y electrocuta a la gente y hace con ellos matanzas en la guerra.
Te dicen que obedezcas la ley y al gobierno, aunque la ley y el gobierno apoyan el robo y el asesinato.

Así, durante toda tu vida te mienten, te engañan y te defraudan, de modo que sea más fácil sacar ganancias de ti, explotarte.

Porque no es sólo el empresario y el capitalista los que sacan ganancias de ti. El gobierno, la Iglesia y la escuela, todos ellos viven de tu trabajo. Tú los sostienes a todos. Esa es la razón por la que todos ellos te enseñan que tienes que estar contento con tu suerte y comportarte bien.

«¿Es realmente verdad que yo los sostengo a todos?», preguntas desconcertado.

Veamos. Ellos comen y beben y se visten, sin hablar de lujos que disfrutan. ¿Hacen ellos las cosas que usan y consumen? ¿Plantan ellos y siembran y construyen y todo lo demás?

«Pero ellos pagan por esas cosas», objeta tu amigo. Sí, ellos pagan. Supón que un tipo te roba cincuenta dólares y entonces va y compra con ellos un traje. ¿Es ese traje según el derecho suyo? ¿No pagó por él? Bien, de ese mismo modo la gente que no produce nada o que no realiza un trabajo útil paga por las cosas. Su dinero es la ganancia que ellos o sus padres antes que ellos exprimieron de ti, de los trabajadores.

«¿Entonces no es mi patrón el que me sostiene, sino que yo le sostengo a él?»

Por supuesto. El te da un empleo; es decir, te da el permiso para trabajar en la fábrica o industria que no construyó él sino otros trabajadores como tú. Y por ese permiso tú contribuyes a sostenerle durante el resto de tu vida o mientras que trabajes para él. Lo sostienes tan generosamente que él se puede permitir una mansión en la ciudad y una cada en el campo, incluso varias, y criados para atender sus deseos y los de su familia y para el entretenimiento de sus amigos, y para carreras de caballos y carreras de botes, y para centenares de cosas. Pero no es sólo con él con quien eres tan generoso. Con tu trabajo, mediante el impuesto directo e indirecto, se sostienen el gobierno entero, local, estatal y nacional, las escuelas y las iglesias, y todas las otras instituciones cuyo asunto consiste en proteger las ganancias y mantenerte engañado. Tú y tus compañeros trabajadores, el trabajo como un todo, sostenéis a todos ellos. ¿Te extrañas de que todos ellos te digan que todo está en orden y que tienes que ser bueno y permanecer tranquilo?

Es bueno para ellos que tú te mantengas tranquilo, porque ellos no podrían seguir engañando y robando, una vez que tú abras tus ojos y veas lo que te está ocurriendo.

Por eso todos ellos apoyan decididamente el sistema capitalista, están por «la ley y el orden».

Pero, ¿es bueno ese sistema para ti? ¿Piensas que es correcto y justo?

Si no lo crees así, ¿por qué lo aguantas? ¿Por qué lo sostienes?

«¿Qué puedo hacer? », dices. «Estoy solo».

¿Realmente estás solo? ¿No eres más bien uno de los muchos miles, de millones, que son explotados todos y que están esclavizados lo mismo que tú lo estás? Sólo que ellos no lo saben. Si lo supieran, no lo apoyarían. Esto es cierto. Por eso la cuestión es hacérselo comprender a ellos.

Cada trabajador en tu ciudad, cada uno que se fatiga trabajando en tu país, en cada país, en el mundo entero, está explotado y esclavizado lo mismo que lo estás tú.
Y no sólo los obreros. Los campesinos son engañados y robados de la misma manera.

Exactamente igual que los obreros, el campesino depende de la clase capitalista. Trabaja durante toda su vida, pero la mayor parte de su trabajo pasa a los trusts y a los monopolios de la tierra, que según el derecho no es más de ellos que lo es la luna.

El campesino produce el alimento del mundo. Nos alimenta a todos nosotros. Pero antes de que pueda hacer llegar sus bienes a nosotros, le hacen pagar el tributo a la clase que vive del trabajo de los demás, a la clase que saca ganancias, a la clase capitalista. Al campesino le quitan la mayor parte de su producto, lo mismo que al obrero. Se lo quita el dueño de la tierra y el que tiene su hipoteca; se lo quita el trusts del acero y el ferrocarril. El banquero, el comisionista, el detallista y una legión de otros intermediarios exprimen sus ganancias del campesino, antes que a éste se le permita llevar su alimento hasta ti.

La ley y el gobierno permiten y favorecen este robo decretando que:

– La tierra que nadie ha creado, pertenece al terrateniente;

– Los ferrocarriles, que han construido los obreros, pertenecen a los magnates de los ferrocarriles;

– Los almacenes, silos y depósitos, erigidos por los obreros, pertenecen a los capitalistas;

– Todos esos monopolistas y capitalistas tienen derecho a obtener ganancias del campesino por usar los ferrocarriles y otros servicios antes de que pueda hacer llegar su alimento hasta ti.

Puedes ver entonces cómo roba al campesino el gran capital y los hombres de negocios, y cómo la ley ayuda a ese robo, exactamente igual que en el robo del obrero.

Pero no es sólo el obrero y el campesino los que son explotados y forzados a entregar la mayor parte de su producto a los capitalistas, a los que han monopolizado la tierra, los ferrocarriles, las fábricas, la maquinaria y todos los recursos naturales. El país entero, el mundo entero es obligado a pagar tributo a los reyes de las finanzas y de la industria.

El pequeño hombre de negocios depende del vendedor al por mayor; el vendedor al por mayor del industrial; el industrial de los magnates de la industria, y todos ellos dependen de los señores del dinero y de los bancos para su crédito. Los grandes banqueros y financieros pueden eliminar a cualquiera de los negocios simplemente retirándoles su crédito. Hacen esto siempre que desean excluir a alguien del negocio. El hombre de negocios está enteramente a merced de ellos. Si no desarrolla el juego que ellos desean, que convenga a sus intereses, entonces simplemente lo echan del juego.

De este modo, toda la humanidad depende de y está esclavizada por un puñado de hombres que han monopolizado casi la riqueza entera del mundo, pero que ellos mismos nunca han creado nada.

«Pero esos hombres trabajan duro», dices.

Bien, algunos de ellos no trabajan de ninguna manera. Algunos son precisamente zánganos, cuyos negocios los dirigen otros. Algunos de ellos sí trabajan. ¿Pero qué clase de trabajo realizan? ¿Producen algo, como hace el obrero y el campesino? No, no producen nada, aunque puedan trabajar. Trabajan para desposeer al pueblo, para sacar ganancias de él. ¿Te beneficia su trabajo? También el salteador de caminos trabaja duro y también corre grandes riesgos. Su «trabajo», como el del capitalista proporciona empleo a los abogados, los carceleros y a una muchedumbre de otros secuaces, a todos los cuales sostiene tu trabajo.

Parece ciertamente ridículo que todo el mundo tenga que estar esclavizado para el beneficio de un puñado de monopolistas y que todos tengan que depender de ellos para su derecho y oportunidad de vivir. Pero la realidad es precisamente esa. Y todavía es más ridículo cuando consideras que los obreros y los campesinos, que solamente ellos crean toda la riqueza, tienen que ser los más dependientes y los más pobres de todas las otras clases en la sociedad.

Realmente es monstruoso, y es muy triste. Seguramente tu sentido común tiene que decirte que una situación así está muy cerca de la locura. Si las grandes masas del pueblo, los millones de todo el mundo, pudieran ver cómo son engañados, explotados y esclavizados, tal como tú lo ves ahora, ¿seguirán apoyando que esto marchara así? ¡Con seguridad que no lo harían!

Los capitalistas saben que no lo harían. Por eso necesitan al gobierno para que legalice sus métodos de robo, para proteger el sistema capitalista.

Y así es como el gobierno necesita leyes, policía y soldados, tribunales y prisiones, para proteger el capitalismo.

Pero, ¿quiénes son la policía y los soldados que protegen a los capitalistas contra ti, contra el pueblo?

Si ellos mismos fueran capitalistas, entonces sería razonable que ellos desearan proteger la riqueza que han robado, y que intentaran conservar, incluso por la fuerza, el sistema que les da el privilegio de robar al pueblo.

Pero la policía y los soldados, los defensores de «la ley y el orden», no son de la clase capitalista. Son hombres de las filas del pueblo, pobres hombres que por una paga protegen el sistema mismo que los mantiene pobres. Es increíble, ¿verdad? Sin embargo, es verdad. La cosa se reduce a esto: algunos de los esclavos protegen a sus amos manteniendo a ellos y al resto del pueblo en la esclavitud. Del mismo modo, Gran Bretaña, por ejemplo, mantiene a los hindúes en la India sometidos mediante una policía de nativos, de los mismos hindúes. O lo mismo que hace Bélgica con los negros en el Congo. O lo mismo que hace cualquier gobierno con un pueblo subyugado.

Es el mismo sistema. Esto es lo que supone:

El capitalismo roba y explota a todo el pueblo; las leyes legalizan y defienden este robo capitalista; el gobierno usa una parte del pueblo para ayudar y proteger a los capitalistas en su robo a todo el pueblo.

Todo el asunto se mantiene educando al pueblo a creer que el capitalismo es correcto, que la ley es justa y que el gobierno debe ser obedecido.

¿Descubres ahora este juego?

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